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Notícies d'Esglèsia

Cafarnaúm

Pantalla 90 (CEE) - Dll, 18/02/2019 - 7:38am

Cafarnaúm 

Público recomendado: adulto.

La directora libanesa Nadine Labaki (Beirut, 1974) ganó una merecida fama en 2007 con el largometraje Caramel,

una comedia que narraba las vivencias de cinco mujeres libanesas en torno a un salón de belleza y afrontaba cuestiones como el amor, la sexualidad y el choque con la tradición. En “Cafarnaúm”, en cambio, Labaki vuelve la mirada al sufrimiento de los niños víctimas de la guerra, la pobreza y el abandono sin dejar de lado el padecimiento de las mujeres en tales circunstancias.

Así, asistimos a la tragedia del pequeño Zain (Zain Al Rafeea), niño libanés de doce años encarcelado por un apuñalamiento, que decide demandar judicialmente a sus padres por haberle dado la vida. A partir de aquí, acompañamos al pequeño por un calvario de pérdidas, dolor y desesperación que no ahorra al espectador casi nada de la miseria que Zain atraviesa. Nuestro protagonista conoce a Rahil (Yordanos Shiferaw), inmigrante etíope en situación irregular y madre que afronta el peligro de ser deportada y a cuyo hijo de un año Zain terminará cuidando.

Se trata de una película angustiosa, triste y trágica hasta el exceso. La directora utiliza algunos recursos de guion para mover al espectador a la lágrima -niños abandonados, padres y madres abocados a decisiones apocalípticas, miseria insuperable- con escenas que hemos leído en cuentos de Dickens y novelas de Emile Zola. El neorrealismo resulta traicionado, aquí, por el deseo moralizante de Labaki, que pretende movernos a la compasión, pero sólo termina sumiéndonos en la lástima. Habría que ser un desalmado para no llorar por el rosario de injusticia, sufrimientos y dolores que atraviesan estos niños.

Ahora bien, una vez profundizamos en esto, la película resulta algo vacía. Una lectura algo precipitada, nos llevaría a concluir que Zain tiene razón al demandar a sus padres: para esto, mejor sería no haber nacido. Sin embargo, algo en nosotros -la antropología bíblica, tal vez- se niega a aceptar que la vida humana sea tan sólo un valle de lágrimas. La propia Labaki parece insinuarlo en algún momento, aunque sin lograr navegar en el mar de lágrimas en que ella misma se ha adentrado. Hay más profundidad en Ladrón de bicicletas (Vittorio de Sica, 1948) -ese niño sentado junto a su padre- que en estas dos horas de escenas tremebundas.

Labaki es una gran directora, pero precisamente por eso hay que exigirle algo más que esta exhibición algo obscena de la desgracia de los niños, la desesperación de los padres y la injusticia irreparable de un mundo perdido. En el fondo, palpita la crítica a la geopolítica, las guerras y todas estas generalidades que calman conciencias sin ahondar en las cosas. El sentimentalismo puede ser el peor enemigo de los sentimientos.

Directora: Nadine Labaki

Guion: Nadine Labaki, Jihad Hojeily y Michelle Keserwany

Reparto: Zain Al Rafeea, Yordanos Shiferaw, Kawsar Al haddad, Fadi YousefAño: 2018

País: Líbano -Francia- Estados Unidos

Categories: Notícies d'Esglèsia

Bomb city

Pantalla 90 (CEE) - Dg, 17/02/2019 - 12:07pm

Bomb City  

Público recomendado: adulto.

Estados Unidos sufre un cáncer. Quizá el cáncer lo sufra el mundo entero, pero Estados Unidos tiene gran parte de la enfermedad;

una tan mortífera, corrosiva, tóxica y total que lleva años, décadas, siglos… en nuestra forma de actuar, inherente al ser humano. Esa enfermedad es la violencia. ¿Es tópico decir que Estados Unidos es un país muy violento? No debería, pues que al año son asesinados con armas unas 34.000 personas, con un índice de homicidios de 35,5 por millón de habitante. El número anual de asesinatos equivale a 93 por día y entre 2009 y 2016 se contabilizaron unos 156 tiroteos masivos. El número de armas en poder de civiles suman 310 millones, lo que representa que de cada diez ciudadanos nueve están armados. ¿No producen escalofríos tales cifras? ¿No sorprende que el autoproclamado país más seguro del mundo sufra una violencia tan brutal, sobre todo hacia personas afroamericanas o cualquier etnia cuya piel conlleve un color más oscuro? La violencia en el cine siempre ha sido algo muy discutido, puesto que es un arte que llega a una población muy grande y por tanto su deber y responsabilidad es inmenso.

Marcar los límites de la ficción es esencial, así como la justificación temática y la utilidad de sus herramientas; el cine no es una herramienta de mero entrenamiento y también cumple una función social, comprometida. El cine es el vehículo con el que abrimos los ojos al espectador, con el que le hacemos pensar y sentir; el cine es arma que conlleva responsabilidad. Y el director novel Jameson Brooks conoce su poder, por ello de la realidad más dura e impotente nace su Bomb City. Cunado una obra quiere criticar la violencia solo sabes que lo ha conseguido cuando su uso, más que repeler, incomoda. Sin duda, la violencia de Bomb City duele y mucho.

La trama, inspirada en un hecho real, nos presente a una joven banda de punks que viven al margen de la sociedad con su música, su estilo de vida y sus costumbres. Pero las cosas se vuelven tensas cuando comienzan los roces con “el otro lado de la moneda”: los adinerados “niños de bien”. El nombre de la película no podría ser más acertado, porque desde su comienzo sientes la sensación de que algo está a punto de explotar: la tensión es candente, palpable y su apagada atmosfera ayudan a su cometido. El partidismo del director es obvio e incluso algunos podrían calificarlo de maniqueo… pero sería faltar a una verdad tan real como contundente: juzgamos por apariencias, no por hechos. La clásica lucha de clases, escenificada por un grupo de jóvenes que caen del lado de la contracultura contra los niños ricos “multidisciplinares”, las estrellas del deporte, los que piensas que si algo no es de marca no vale la pena mirarlo.

Brooks apuesta por mostrar que la violencia está en todos, el último resquicio de la cordura posthumanumm, es decir aquello que nos separa de nuestros ancestros nómadas y cazadores de la prehistoria. Sin duda es una ópera prima atrevida, con los errores del que quiere abarcar demasiado en un espacio limitado, pero su contundencia es irreprochable y el resultado final incuestionablemente efectivo. Una nueva muestra de la efectividad del cine independiente contemporáneo, cuyo visionado calzaría a la perfección en un díptico con Green Room (Jeremy Saulnier, 2015)

En resumen: una pieza bien contada, crítica, atrevida. La película es violenta, pero no más de lo necesario y su material posee un debate tan vivo con terrorífico: ¿por qué somos seres tan violentos en la era de la palabra y la razón?

Director: Jameson Brooks

Guion: Jameson Brooks, Sheldon Chick

Reparto: Dave Randolph-Mayhem Davis, Glenn Morshower, Logan Huffman, Lorelei Linklater, Eddie Hassell, Henry Knotts

Año: 2017

País: Estado Unidos

 

Categories: Notícies d'Esglèsia

Alita. Ángel de combate

Pantalla 90 (CEE) - Dg, 17/02/2019 - 11:51am

Alita. Ángel de combate 

Público recomendado: jóvenes

El amigo de Quentin Tarantino, Robert Rodríguez, autor de películas de serie A que homenajean al cine de serie B

con producciones como Machete, Desperado o Abierto hasta el amanecer, adapta en esta ocasión un manga de culto que nunca fue un superventas. El cómic en cuestión se titula, al igual que la película, Alita. Ángel de combate, siendo creado entre 1991 y 1995 por Yukito Kishiro, que tuvo una versión televisiva en dibujos animados (anime) en 1993. Esta producción cuenta con el respaldo de James Cameron con lo que la visión futurista y el dinerito están garantizados.
La historia gira en torno a un sensible médico de ciborgs que encuentra a Alita en un desguace, devolviéndole la vida; enseñándole a sobrevivir en una peligrosa ciudad y ocultándole un misterioso pasado para evitarle sufrimientos innecesarios. Hugo será la persona de carne y hueso que le ayudará a refrescar la memoria.
Para el papel protagonista se pensó en Rosa Salazar, cuyos ojos encandilaron y enamoraron al director porque tenían la belleza y el tamaño ideal para adaptar un tebeo japonés. Los secundarios de lujo son el oscarizado Christoph Waltz y el oscarizable Mahershala Ali.
El realizador de origen latino vendió la moto de esta película de acción de altísimo nivel con cierto mensaje social del siguiente modo: “Es universal. Una joven que se siente insignificante porque la encuentran en la basura y, sin embargo, termina descubriendo que tiene poderes para cambiar el mundo. Es un mensaje muy poderoso con el que cualquiera se va a identificar”.
El director ha querido darle una espiritualidad cristiana a este largometraje con una serie de detalles como que la catedral sea el lugar favorito de los protagonistas o que Alita sea un personaje mesiánico cargado de ternura, pero que goza de un enorme poder. Se trata de un robot con cerebro humano con una enorme generosidad que perdona y ama hasta el extremo, siendo capaz de dar la vida por los demás. Salvando las enormes distancias, es un personaje de acción que guarda ciertos paralelismos con la figura de Jesucristo.

Jóvenes/ 3 estrellas y media
Título: Alita. Ángel de combate (2019).
Género: acción
Director: Robert Rodríguez
Reparto: Rosa Salazar, Christoph Waltz, Jennifer Connelly, Mahershala Ali, Keane Johnson.

Categories: Notícies d'Esglèsia

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