Por espacio de un año, se preparó en el terreno profesional en San Andrés de Palomar (Barcelona). Aquí se declaró una epidemia de viruela; el H. Jorge Luis se contagió y la enfermedad le dejó unas secuelas que él siempre soportó con gran sentido del humor.
Beatificacions


En una casa como la de les Avellanes con casi dos centenares de personas nunca faltaban trabajos ni reparaciones que realizar: un tejado que rehacer para evitar las goteras, tabiques y paredes que levantar, etc. El H. Andrés siempre estaba dispuesto a trabajar en rehacer los desperfectos existentes en la casa y finca. Nada le era difícil, todo para hacer grata la morada de los habitantes de esta casa.

A la muerte de sus padres, Julián tuvo que ponerse a servir. En la última casa en la que estuvo trabajando antes de entrar en el noviciado de los Hermanos maristas fue en la de una señora sin familia. Con esta señora siempre guardó amistad. El último año que fue al pueblo, antes del Alzamiento del 18 de julio, dicha señora le ofreció hacerlo heredero de sus bienes, si se quedaba allí. Ante semejante oferta y sin titubear el H. Timoteo, que lo había abandonado todo para servir a Dios, respondió: «Es muy poca cosa a cambio de mi vocación».

Al poco tiempo de comenzar su vida docente se manifestó en él una grave dolencia cardiaca. El diagnóstico facultativo fue lacerante y drástico: «A lo más, viviría seis meses.» En la enfermería de Les Avellanes iría descubriendo lo que Dios quería para él. “Siempre sonriente, resignado, consciente de la gravedad de su estado. Era encantador”.

Nació en Andorra, Teruel. Estudió en Roma. Fue provincial y general de La Merced. Recaló juego en Lérida, entregándose a la dirección de almas y la predicación. Cuando iba por la calle decían: ahí va el fraile santo. Al sobrevenir la Guerra civil estaba en su pueblo natal.

En todo momento estaba dispuesto para ayudar en cualquier necesidad. Era como un lienzo colocado en el caballete, dispuesto a recibir cualquier imagen, cualquier pincelada venida de Dios o de los superiores. La educación familiar y la recibida en su formación marista sin duda contribuyeron a ello.

El 2 de octubre de 1932 se incorporó a Zaragoza para cumplir el servicio militar obligatorio. El ambiente del cuartel le resultó muy desagradable y la mili, larga y dura. Sólo le quedaban dos oasis en los que refrescarse espiritualmente: la acogida diaria con los Hermanos de la comunidad marista y el gozo de cobijarse en el santuario de la Virgen del Pilar. En la milicia, contrajo una grave enfermedad: el 'mal de Pott', de consecuencias decisivas para él.

“Durante varios cursos llevó la primera clase del recién fundado colegio de la orden en Lleida; fueron después los adolescentes o mayores de quienes se hizo cargo; siempre le acompañó el éxito en sus funciones de educador. Serán muchos los antiguos alumnos que lo recordarán, autoridades y personas de altísimos cargos los que le rendirán homenajes”.